Va sobre las vacaciones de Magnus Bane y Alec Lightwood (personajes de Cassandra Clare) por Europa y demás en Ciudad de Ángeles Caídos. Espero que lo disfrutéis y pronto pondré fotos de mi querido libro CoLS. Os dejo unas pocas. Morid, BITCHES, QUEDAROS CIEGAS! MUHAHAHAH.
Ala, os dejo ya con el fan-fic.
Un viaje deseado
Alec estaba en casa de
Magnus, acaba de llegar. Se acababa de despedir de todos en el instituto.
Isabelle le había dado
un gran abrazo y le dijo que se lo pasara bien, y que le llamara de vez en
cuando. Jace simplemente se despidió de él con un simple “adiós” y un “pásatelo
bien” con una pequeña sonrisa. Tenía la mirada perdida, seguramente por alguna
cosa que hubiera pasado entre Clary y él. También se despidió de su madre y
solo de su madre, ya que su padre, Robert, se había quedado en Idris. Su madre
le dio un abrazo y le dijo que se cuidara y se lo pasara bien, lo típico en una
madre. A Alec le costaba dejar a su madre así, su hijo pequeño acaba de morir,
y había cortado su relación con su padre. Esperaba que Isabelle hablara con
ella de vez en cuando, sabía que su madre estaba sufriendo pero ahora le tocaba
su turno a él, de alejarse del mundo de los cazadores de sombras por unos
cuantos días.
Tras haberse despedido
de todos en la entrada del instituto fue de camino a casa de Magnus en taxi con
sus maletas. Y allí estaba, sentado en la cama de Magnus observándole como
metía millones de prendas, la mayoría de ellas brillantes, lo que hacía que se
viesen a simple vista.
-Y bien, ¿a dónde vamos
a ir? Aún no me lo has dicho. –preguntó Alec.
-Tal vez no te lo he
dicho porque quiero que sea una sorpresa. ¿Dónde crees que vamos a ir? –le
respondió Magnus con otra pregunta mirándole curiosamente.
-Pues siendo tú el que
escoge el viaje… ¿algún sitio brillante? –dijo Alec irónicamente.
-Já. Muy bueno
Alexander. No venga, enserio, ¿a dónde crees que te llevo?
-No lo sé, de verdad.
¿Me lo vas a decir?
-Podrías decir algún
país al azar… –dijo Magnus enfadado- No, no –dijo moviendo el dedo índice de un
lado a otro- Sorpresa.
-Si tu lo dices… ¿Por
cierto, que vas a hacer con Presidente Miau?
-Hmm… le pediré a un
amigo mío que le deje comida de vez en cuando, por lo demás él se las puede
apañar solo.
-¿No va a venir con
nosotros?
-Alec, cariño, hoy
estás preguntón, eh? –esbozó una pequeña sonrisa- ¿No sabías que los gatos no
pueden entrar en un avión?
-Podrías ponerle un
glamour…
-Créeme, es mejor que
se quede aquí. Bien, terminé de hacer mis maletas.
-¿No crees que te has
pasado con las maletas? –preguntó Alec mirando las cuatro maletas. Había una,
la más grande y las otras dos eran de un tamaño más pequeño que la otra y la
última que era como un neceser.
-No. Creo que te
equivocas de pregunta, la preguntaría sería: ¿No llevo pocas cosas? Porque solo
llevas una maleta y una mochila. Te dije que te trajeras ropa de invierno y
verano y seguro que no me has hecho caso.
-¡Si te he hecho caso!
No necesito cuatro mil maletas para meter cosas de invierno y de verano como
tú.
-Bueno, vale, vale.
Ahora vayámonos a la cama, se supone que debemos descansar, nos espera un gran
viaje. –dijo Magnus ilusionado.
Magnus cogió las
maletas de los dos y las dejó en la entrada. Allí se encontró a Presidente Miau
al que acarició y luego llenó su plato de leche para que bebiera. Luego volvió
a su habitación donde había dejado a Alec.
-Magnus, si te das
cuenta hemos metido nuestros pijamas en las maletas y los necesitamos para
ahora, ¿sabes? –dijo Alec.
-¿Quién dijo que
necesitábamos los pijamas para dormir?-preguntó Magnus. Alec tragó saliva. Se
había puesto completamente rojo con ese último comentario.
Magnus le cogió de la
barbilla para levantar su cara y con cuidado, le besó superficialmente. Alec
cerró los ojos y cuando los abrió Magnus estaba encima suya, besándole el
cuello. Alec mientas tanto pasaba su mano por su pelo y notaba como se le
pegaba toda la purpurina a ella. De la boca de Alec salió un pequeño gemido y
Magnus se rió. Alec volvió a sonrojarse.
-Eres tan adorable…
-susurró Magnus al oído de Alec y volvió a empujarlo a la cama. Alec tenía
claro que no iban a descansar mucho esta noche.
Magnus y Alec se
despertaron por el pitido de la alarma del despertador. Alec tenía la cabeza apoyada
en el dorso de Magnus mientras él le tenía entre sus brazos con las sábanas
blancas encima de ellos. Entre ellos dos estaba Presidente Miau, el cual
también se despertó. Estaba en la cama, sobre la camiseta de Magnus que
seguramente habría caído a parar allí cuando la tiró la noche anterior.
-Alec, tenemos que
irnos preparando ya, no creo que el avión nos espere. –le susurraba dulcemente
Magnus al oído.
-Hm.. –Alec se sentó en
la cama, restregando sus puños en los ojos suavemente.
-Te dije que no
necesitábamos pijamas para dormir. –dijo Magnus mirándole tumbado levantando
las cejas.
Alec se miró. Estaba
desnudo y tenía el pecho lleno de mordiscos y marcas moradas.
-Vamos vístete, vamos a
llegar tarde como sigamos aquí. –repitió Magnus.
Estaban en el avión.
Estaban volando, Alec se preguntaba hacia donde se dirigían. Alec estaba en el
lado de la ventanilla. Observaba las nubes, con la mirada perdida.
-Hey, desde que nos
hemos sentado no has dicho nada y eso que llevamos seis horas aquí. ¿Qué te
pasa?-preguntó Magnus.
-Nada.- Alec sonaba
vacío, como si hubiera dicho eso por decir.
-Alexander mírame.
-No quiero ahora.- Alec
sonó un poco más borde de lo que quería.
-Alec.. - En el rostro
de Magnus apareció una expresión triste.
-Es simplemente… pienso
en Max y todo lo que ha ocurrido últimamente.
-Necesitas hablar de
ello.
-No… no, necesito
olvidarlo, guardarlo en un pequeño baúl por ahora. ¿No se suponía que en eso
consistía el viaje?
Magnus suspiró.
-Todo irá bien
Alexander. –Alec asintió y se dejó mimar por Magnus. Este le acariciaba el pelo
hasta que se quedó dormido.
-Hey, Alec, despierta.
–Magnus le daba palmaditas en el brazo- Hemos llegado.
-Por fin. –Alec
bostezó- Quiero saber dónde estamos. ¿Me lo vas a decir ahora?
-No. No quieras que
estropee el momento.
Estaban en Egipto.
Estuvieron unos cuantos días recorriéndolo todo. Visitaron el Mar Rojo, el agua
estaba caliente, justo a 26º.
-Siempre me imaginé que
el agua del Mar Rojo sería de color roja, como la sangre, ¿sabes? -decía Alec.
-Bueno pues ya sabes
que no. Aunque le pusieron ese nombre porque hubo como una especie de masacre.
Murió mucha gente aquí. -informaba Magnus.
-Ya sabía que no era
rojo. Lo he estudiado. Pero siempre me dio esa sensación.
En Egipto vieron muchas
cosas como el valle de los reyes, Abu Simbel, la presa de Aswan, los colosos..
cada cosa tenía su encanto. Las mezquitas eran grandes y bonitas. Alec nunca
había visto una en la realidad, simplemente para él todo era maravilloso.
Navegaron por el Nilo.
Hacía una puesta de sol preciosa y selo estaban pasando bien. Cuando bajaron se
encontraron unos cuantos niños. Magnus sacó de una mochila que llevaba lápices
de colores e caramelos y se los entregó.
-Podrías haberme
avisado, podría haber traído algo... murmuró Alec.
-Toma, dale estos
caramelos. -Magnus le pasó un puñado de caramelos y Alec se los entregó a los
chicos. Sin duda -pensaba Alec- no había mejor que ver sus grandes sonrisas,
por unos simples lápices y caramelos estaban muy contentos. A Alec le encantaba
este lugar.
Después de eso
visitaron el mercado de Khan El-Khalili. Magnus estaba encantado de la vida,
pues eso era un laberinto de calles llenas de tiendas y más tiendas.
Además de todo aquello,
fueron a observar las pirámides. Alec no paraba de hacer fotos con la cámara a
todas las pirámides que veía: la pirámide Escalonada, la pirámide Snefru
perdura, la pirámide del Ba de Neferirkara, y muchísimas más.
Cuando llegaron a las
pirámides de Guizca se echaron muchas fotos con las pirámides de fondo. Alec
sacó su móvil y se echaron una foto. Este se la envió a Isabelle y a Jace con
un pequeño mensaje: 'Nos lo estamos pasando bien, miren'
-Se me está ocurriendo
de que podríamos enviarles postales, ¿qué te parece la idea? –sugirió Magnus.
-¡Magnifica! -dijo
feliz Alec.
Entraron en un museo.
Allí se les ofreció un hombre como guía, aunque según Magnus, el guía no sabía
ni lo que decía, era mejor leer lo que ponía debajo de cada pieza, te lo
explicaba mejor.
De repente, Alec se dio
cuenta de que había un demonio. Estaba disfrazado de mundano, pero para Alec
fue fácil darse cuenta, aunque el problema era que no sabían el modo que iban a
utilizar para matarlo con gente mirando.
-Voy al baño, tengo un
plan. Tu quédate aquí. -le susurró Alec al oído.
El demonio en forma de
humano le persiguió. Allí en el baño, Alec se colocó detrás de la pared para
que el demonio no le viera y cuando entró le hincó un cuchillo serafín en la
zona del corazón. El demonio se resistió y le dio un puñetazo en el ojo, pero
segundos después se desintegró. Alec volvió con Magnus.
-Wow... Alec, tu ojo.
-dijo Magnus fijando sus grandes ojos verdes en el ojo hinchado de Alec.
-Lo sé... no pasa nada,
no me duele. -mintió Alec. En realidad le dolía un poco, el dolor no se iba tan
rápido.
Era de noche y estaban
en un pequeño hotel. Magnus le curó la hinchazón del ojo con su magia. Se
pusieron a cenar y Alec terminó primero asique se puso a escribir una postal
para los chicos mientras Magnus seguía comiendo.
No se esforzó mucho en
la postal, solo escribió:
¡Hey chicos!
Desearíamos que
estuvieran aquí, excepto no en realidad.
Nos estamos
divirtiendo. ¡Miren las pirámides!
-Alec y Magnus.
Alec puso una de las
fotos que se habían echado y dejó la postal a simple vista para mañana poder
enviarla. Este fue directo a la cama junto a Magnus. Estaban cansados del
recorrido.
-No esperaba que
hubiesen demonios en Egipto. -comentó Alec tumbado en la cama junto a Magnus.
-A demonios por todas
partes. Ya sabes. ¿Tienes frío? Aquí siempre pasa lo mismo, por el día hace
calor y por la noche frío.
-Un poco -Magnus se
acercó más a él y lo abrazo para darle calor corporal- ¿Mañana que vamos a
hacer?
-Nos vamos a otro país.
–respondió Magnus.
Tras pasar unas cuantas
horas en el avión, lo cual para ellos fue una eternidad, aterrizaron.
-¿Y ahora dónde
estamos? -preguntó curioso Alec.
-Bueno pues dime tu qué
opinas de Francia. Espero que te guste, he estado unas cuantas veces aquí.. y
me encanta.
-¿Estamos en Francia?
¿En serio? No me lo creo. –comentó incrédulo.
Alec y Magnus fueron en
un taxi al hotel y dejaron las maletas en las habitaciones. Alec estaba muy
ilusionado por estar en Francia y quería ir a verlo todo de aquel país, además
de que le dolía el trasero de estar todo el rato sentado.
-¡Yo quiero ver la torre
Eiffel!- gritaba ilusionado Alec, como si un niño pequeño fuera.
-Tranquilo, paciencia.
Hey, ¡mira! Podríamos echarle un ojo a esas tiendas, por aquí hay muchas.
–insinuó Magnus feliz.
-Magnus… ¿te has traído
todo tu armario entero y quieres comprar más ropa? Va, miremos otras cosas, por
favor. –Alec le miró a los ojos y Magnus no pudo evitarlo. No ir de comprar por
él. Tendría que resistirse a la tentación de la ropa.
-Está bien.
Se encontraban bajo el
Arco del Triunfo. Era un arco bastante grande, de unos 50 metros de altura, en
el cual pasaban muchos turistas.
-Guau, es enorme…
-decía Alec mirando hacia arriba. Para él esto era alucinante puesto que nunca
había salido de Brooklyn.
-¿Sabías fue mandado a
construir por Napoleón para homenajear a sus soldados? –le preguntaba Magnus
que sabía bastante sobre París.
-Pues no lo sabía. No
sé mucho de Napoleón si te digo la verdad.
-Yo conocí a Napoleón.
Según mucha gente es el mayor genio militar de la historia. Yo creo que si lo
hubieran conocido no dirían eso. Mucha gente sufrió por su culpa.
-¿Se supone que eso de
ahí es una tumba, Magnus? –preguntaba Alec indicando al centro de la base del
arco.
-Sí, la tumba del
soldado desconocido. Y esa llama que ves ahí es en homenaje por todos los que
dieron su vida por Francia. –comentaba Magnus. –Sigamos con el paseo.
Siguieron dando un
paseo desde el Arco de Triunfo hasta la plaza de la Concorde bajando la calle
más famosa de la ciudad llamada Champs Elysées. Fue un largo viaje, Alec empezó
a cansarse de andar tanto, aunque las vistas merecían la pena. Magnus seguía
viendo tiendas y más tiendas, no soportaba el no entrar a ellas.
Ya que Magnus había
sacado el tema de Napoleón llevó a Alec a que viera Les Invalides, un gran
edificio donde conservan el sarcófago de Napoleón, aunque Magnus ya veía que
Alec se estaba hartando de hablar tanto sobre Napoleón.
Luego fueron a la
catedral de Notre Dame donde Magnus le explicó a Alec todo lo que sabía sobre
ella mientras Alec lo observaba todo fascinado.
Magnus y Alec no
paraban de echarse fotos en todos sitios. Magnus de vez en cuando hacía algunas
bromas sobre algunos monumentos y Alec se reía. Esta feliz –pensaba Magnus- me
encanta que esté así de alegre.
Por el camino Magnus se
había comprado una boina típica de allí, como recuerdo. Sin duda se lo estaban
pasando en grande.
Eran las nueve de la
tarde y decidieron coger un crucero de los que había en el Sena. Todo era
precioso, se veía una puesta de sol increíble.
Allí estaban ellos
sentados, alejados de la gente, pues no había mucha hoy, habían tenido suerte,
mirando el precioso paisaje. Estaban cogidos de la mano, y además de mirar el
paisaje se miraban de vez en cuando. Alec le mostraba a Magnus una pequeña sonrisa
y sus ojos azules se veían claros y brillantes y Magnus lo único que podía
hacer era mirarlo con una mirada llena de amor.
Cuando terminaron el
paseo en crucero Magnus llevó a Alec a la torre Eiffel. Le había preparado una
cena en una de las plantas de la torre.
-¡Sorpresa! Ya puedes
abrir los ojos. –dijo quitándole las dos manos que tenía sobre los ojos de
Alec.
-Esto es…
-…demasiado? –insinuó
Magnus.
-¡No! No iba a decir
eso, iba a decir romántico. Nunca creí que alguien iba a hacerme una cosa así.
Me encanta –sonrió- simplemente no tengo palabras para describirlo.
-A lo mejor puedes
demostrármelo sin palabras… -este se le acercó provocando.
Tímidamente Alec le
rodeó el cuello con sus brazos. Magnus lo tomó por la cintura y lo acercó más.
A Alec se le escapó un pequeño gemido pero esta vez Magnus no se rió si no que
lo besó más intensamente hasta que sus bocas se fundieron con una urgencia
descontrolada.
Más tarde, terminaron
de cenar y Alec volvió a repetir lo que hizo en Egipto. Sacó su móvil y él y
Magnus se echaron una foto con la torre Eiffel de fondo y se la envió a Izzy y
a Jace.
Se los veía muy bien.
Él iba con tejanos y Magnus con un jersey de rayas marineras, pantalones de
cuero y la típica boina de Francia que se había comprado.
Cuando volvieron al
hotel Alec fue a darse una ducha y Magnus se dió cuenta de que los otros
nefilims les habían contestado la postal.
Magnus leyó para sus
adentros, ponía:
Queridos Alec y Magnus:
Soy Izzy. Recibí
vuestra postal. Me alegro de que lo estén pasando bien. Nada ha pasado aquí. La
madre de Clary se va casar con un conocido hombre lobo. Creo que ustedes
deberían casarse también. Estoy pensando en organizarlo. Me encanta organizar
fiestas.
-Isabelle.
Magnus no paraba de
reírse. Decidió seguirle el rollo a Isabelle y escribió en otra postal:
Creo que un tema otoñal
estaría genial.
-Magnus.
Y lo dejó en la mesa y
fue a vestirse para ver un espectáculo organizado por el hotel junto a Alec. En
el momento en que volvieron a su habitación se pusieron sus pijamas y vieron la
televisión.
Se tumbaron los dos en
el sofá, juntos y la televisión estaba de sonido de fondo porque no paraban de
besarse. En un momento a Alec le dio sed, asique fue a por agua. Alec encontró
dos postales. Leyó la de Izzy y cuando leyó lo que había escrito Magnus lo tachó
inmediatamente y escribió:
¡ABORTA! ¡ABORTA!
Isabelle, ¿te has
vuelto loca?
-Alec.
Tras haber terminado la
postal Alec volvió al sofá junto a Magnus y estuvieron viendo la tele. En todos
los canales hablaban en francés y Alec no se enteraba de gran cosa asique se
quedó dormido. Magnus se dio cuenta y lo cogió en brazos hasta llevarlo a la
cama. El también tenía sueño por lo que se echó junto a Alec.
En el momento en el que
se levantaron tuvieron un largo viaje en taxi hasta Italia e hicieron un
descanso. Magnus quería llevar a Alec hasta Venecia pero antes quería comer
algo.
-¿Dime, que quieres
comer pizza o pasta? –preguntó Magnus.
-Hm… la pizza me gusta
pero quiero probar la pasta que hay por aquí. –Alec y Magnus mantenían la
conversación en el taxi. Cuando salieron Magnus pago al taxista y fueron a un
restaurante.
-Piccola Italia –leía
Alec.
-Ristorante e pizzeria
–siguió leyendo Magnus con un tono italiano.
Cuando se sentaron unos
minutos después fue a atenderles un camarero.
- Che vogliono
prendere? –preguntaba el camarero.
- Hmm .. da bere mi
prendo un Asti Spinelli. –se volvió hacia Alec- Si vuole prendere da bere,
signor Alexander? –Magnus le miraba. Estaba rojo como un tomate Magnus le
acarició la mejilla con una mano.
-Magnus… no entiendo…
-Magnus estaba deseando escuchar eso salir de la boca de Alec.
-He pedido un vino, no
tiene mucho alcohol, ¿tú quieres tomar uno? –Magnus le miró con una mirada
llena de amor, no podía creer como amaba a ese nefilim. Mientras tanto el
camarero los miraba sosteniendo una pequeña libreta para apuntar lo que iban a
tomar.
-Vale… -dijo
tímidamente Alec. Alec no se había imaginado que iba a pasar esto. Estaba a
punto de pedirle a Magnus si tenía maquillaje a mano para poder disimular el
color de su cara.
-Due Asti Spinelli, per
favore. –decía Magnus. Para Alec, Magnus tenía un gran acento italiano, se
notaba que había estado más veces por Italia.
-Vogliono prendere da
mangiare? –volvió a preguntar el camarero.
- Se. Un piatto di
pasta. –respondía Magnus.
-Marching.
-¿Qué significa eso
último que ha dicho? –preguntó Alec que volvía a tener su piel pálida como
siempre.
-Maaaaarchando. –dijo
Magnus haciendo la gracia.
-¿Sabes hablar
italiano? -preguntó Alec.
-¿No te has dado
cuenta, simpatico ragazzo con gli occhi blu e capelli scuri? –contestó Magnus
que le gustaba eso de hablar italiano mientras Alec no sabía lo que decía.
-Traducción, per
favore. ¿Se dice así?
-Sí. He dicho: chico
lindo de ojos azules y pelo oscuro. –Magnus le dirigió una gran sonrisa.
Cuando estaban comiendo
la pasta, dio la casualidad de que Magnus y Alec toparon con el mismo fideo.
Magnus siguió y le dio un pequeño beso a Alec, cortando el fideo. Magnus se rio
a carcajadas y Alec no pudo evitar reírse también aunque se había sonrojado un
poco.
-Como en la película de
‘La Dama y el Vagabundo’, que romántico, ¿no te parece? –dijo Magnus con una
voz cantarina.
Alec tosió, se había
atragantado con su propia saliva. Sus mejillas estaban teñidas de rojo. Magnus
jamás dejaría de adorar la forma que tenía de reaccionar ante las cosas que le
daban pudor.
Después de todo aquello
se dirigieron a Venecia. Dejaron todo su equipaje en el hotel, Alec quería
descansar un poco asique se quedó allí. Mientras tanto Magnus fue en busca de
la postal que debería haber contestado Isabelle.
Magnus llegó al hotel.
Alec estaba tirado en la cama, con la ropa puesta incluidos los zapatos.
Supongo que estaría muy
cansado –pensaba Magnus- le dejare descansar. Mientras miraré las postales y
veré la televisión.
Había dos. Una era de
Isabelle y otra de Jace.. no, de Jace y Clary. Magnus ya empezaba a reírse sin
haberlas leído.
Empezó leyendo la de
Izzy.
Queridos A y M:
He hablado con el
manager del Beauty Bar porque definitivamente los veo casándose contra un
bonito telón de fondo rosa, pero él no piensa que podamos meter a más de
cincuenta personas dentro y yo pensaba en unas trescientas. ¿Qué les parecería
casarse en el parque? Podría hacer frío, pero podrían ir a la ceremonia
conduciendo un carruaje de caballos. ¿Cómo se sentirían con llevar coronas de
boda a juego?
-Isabelle.
Magnus no podía parar
de reírse. Esta Isabelle… –pensaba- Sin duda no se parece nada a su hermano…
pss… Lightwoods. Magnus se imaginaba a Alec como un tomate y a él en un
carruaje de caballos llegando al parque con trescientas personas esperándolos.
Sin duda a Alec le daría un ataque –seguía pensando.
Empezó a leer la
siguiente. Esa era de Jace.
Querido Alec:
Como tu mejor amigo y
parabatai, me siento ofendido que no me hayas pedido ser tu padrino en la boda.
Et tu, brutus.
-Jace.
Alec, realmente se ha
enfadado. No se ha lavado el pelo en 3 días.
-Clary
Magnus se iba a morir
de la risa. A lo mejo de verdad al llegar de sus vacaciones tenían una boda
montada. Nefilims idiotas.. –susurraba Magnus con cariño.
Este fue a sentarse en
una de las esquinas de la cama. Ahora tenía una nueva afición: observar a Alec
dormir. Durmiendo, Alec tenía una carita tan dulce y vulnerable que adoraba
ver.
De repente sonó el
móvil de Alec desde el bolsillo de sus vaqueros. Alec lo cogió, aún con los
ojos medio cerrados. Se trataba de Isabelle.
-¿Izzy? –dijo Alec.
Isabelle le respondió, o eso creía Magnus pues Alec pegó un bote y dio tal
impulso para incorporarse que hasta se calló de la cama.
-¿Alec…? –Magnus se
quedó flipando. Magnus escuchaba a Isabelle riéndose a carcajadas desde el
móvil que estaba en la cama. Magnus lo cogió.
-¿Isabelle eres tú?
–preguntó Magnus con miedo pues podía ser la madre de Alec y no es que tuviera
muchas ganas de hablar con ella.
-Sip. –respondió
Isabelle feliz desde el instituto.
-¿Se puede saber que
has dicho para que Alec se caiga de la cama? –Magnus puso una mano en el
auricular del teléfono para que no escuchara- ¿Alec estás bien?
-¡Era mi madre! –gritó
Alec que estaba completamente rojo. Este se daba un masaje en la rodilla, se
había hecho daño.
-No.. es tu hermana.
–Magnus volvió a hablar por el móvil- Por cierto querida Isabelle, espero que
cuando volvamos de nuestro viaje no nos espere un carruaje de caballos que nos
lleve al parque. Quedas avisada. Se pone tu hermano.
-¿De qué hablas…?
–Magnus le pasó el teléfono a Alec que volvió a tumbarse como antes- Isabelle
no estoy loco…la que estaba al teléfono era mamá ¿verdad?
-JAJAJAJAJ –Isabelle se
reía como una loca- ¿Que tal vuestra luna de miel, parejita? Qué bueno, nunca
creí que mamá diría una cosa como esa…
-Vale, ya lo entiendo..
–murmurró Magnus que se había acercado al móvil en ese momento para escuchar.
Al acabar la
conversación con Isabelle, Magnus le acarició el pelo a Alec.
-¿Que te has puesto?
–preguntó Alec que se acababa de dar cuenta de que Magnus llevaba una capa
veneciana que le quedaba enorme. Allí estaba observándole, con el pelo negro,
con las puntas teñidas cada una de un color diferente y esos ojos verdes y
grandes que nunca se cansaría de mirar. Ese día había decidido pintarse los
ojos de color negro
y los labios de morado.
Bastante fuerte el color de los labios. Alec sintió un vuelco en el corazón. A
pesar del color que había elegido, los labios morados le parecíanun color muy
agradable.
-¿No te gusta mi nuevo
modelo? –preguntó Magnus- Esta es la típica ropa de Venecia. –Magnus cogió un
sombrero gondolero que había puesto en la mesita de al lado de la cama y se lo
puso en la cabeza.
-Te pareces al fantasma
de la Opera. –musitó Alec divertido.
Estos dos fueron a
parar donde estaban las góndolas. Observaban a la gente, les sorprendía la
cantidad de hindúes y japoneses que tomaban las góndolas.
-Alec. ¿Vamos? –Magnus
guiñó a Alec.
Y allí estaban. Magnus
pagó una gran cantidad de dinero para que cruzaran de principio a fin el Gran
Canal en góndola. Para Magnus el dinero nunca fue un problema.
-Guau, es sorprendente
ver que la M30 veneciana esta echa de agua. –comentó Alec sorprendido.
-Si bueno, este canal
es muy grande. ¿Sabes que forma una ese en el centro de la ciudad? –Alec no
respondió. Intuía que Magnus sabía que la respuesta a esa pregunta era no.
Simplemente Alec no quería saber ninguna historia sobre Italia, Venecia o donde
estuviese. Quería saber más sobre él.
El gondolero que los
llevaba empezó a soltar una cancioncilla. Magnus miró a Alec, este sonreía.
Cuando Alec se fijó que Magnus le estaba mirando fijamente este le acaricio la
mejilla y le besó. Tras el beso se quedaron mirándose. Alec no soportó más y le
besó, con todo lo que tenía dentro.
El gondolero los dejo
en la parada de la Piazza San Marcos.
Estaban en la entrada
de la dársena donde llamaba la atención las columnas mellizas con San Teodoro y
el León alado de Venecia las cuales actuaban como recepcionistas de un lugar
fascinante.
A Alec la Piazza le
parecía un lugar poderoso y atrayente. Un lugar que transmitía grandeza. Él
junto a Magnus estuvieron echando fotos por todo su recorrido.
Lo demás que estuvieron
haciendo fue subir y bajar puentes mientras le echaban un vistazo a las
capillas y dar un largo paseo por el barrio judío.
A Magnus le atrajo un
puesto que había en uno de los puentes. Estuvieron mirando y al final Magnus
compró
una de las máscaras que
utilizan en el carnaval que estaba basado en el teatro de la Vida.
Sin duda –pensaba Alec
– el Fantasma de la Ópera.
Después de vistar todo
aquello volvieron al hotel. Allí Alec contestó la postal mientras Magnus
cantaba en la ducha.
Isabelle se ha vuelto
loca… -pero loca de verdad –pensaba.
Empezó a escribir:
Jace,
¡No hay boda alguna!
¡Para a Isabelle! Siéntate encima de ella si tienes que hacerlo. Solo detenla
de lo que sea que esté haciendo o no podré volver nunca a casa.
-Alec
Puesto que Alec había
descansado un rato al mediodía no tenía sueño y Magnus no dudo en pensarlo,
pensó en un plan. Se hizo como si estuviera cansado e hizo que Alec se acostara
con él. Alec estaba cogiendo el pijama cuando Magnus lo rodeó por sorpresa y lo
empujó a la cama. Alec estaba en camiseta y jeans. Magnus estaba vestido con
una camiseta morada, unos pantalones de cuero y unas botas altas. Magnus agarró
el dobladillo de la camisa de Alec tirando hacia arriba sobre su cabeza y lo
arrojó detrás de él. A Magnus le encantaba verle los músculos bien definidos en
una piel llena de cicatrices.
Magnus acarició su pelo
retirándolo de la cara y lo tumbó en la cama. Magnus empezó a bersarle por el
pecho y siguió por el abdomen. Alec presionó la cara contra almohada. Miro
suplicante hacia Magnus que se inclinó para besarlo. Besó sus labios, sus
mejillas, su nariz, su frente, la oreja, haciendo que Alec se tranquilizase.
Fue una noche en el paraíso.
Por la mañana no les
hizo falta escuchar el típico pitido de la alarma del despertador. Magnus y
Alec estaban despiertos, mirándose. Magnus sonrió mientras barría un dedo sobre
el pecho de Alec, que inmediatamente se enrojeció y Magnus no paraba de reírse
de él. ¿Cómo podía estar avergonzado después de la nochechita que habían
pasado? Pero ese era Alec. Su querido Alec.
Hoy tocaba una nueva
parada. Alec sin duda ya estaba preparado para la sorpresa de hoy, cada día el
gran brujo le llevaba a un país diferente. Hoy pensaba que iban a ir a España y
que vería a Magnus imitando al vestirse a un torero, pero el vuelo en avión
duró bastante asique descartó la idea. ¿A dónde irían esta vez? -era lo único
en lo que pensaba Alec.
Hoy estaban en la
India. En la India... -¿estamos locos?! -pensaba Alec- este hombre ha viajado
demasiado..
Alec y Magnus hicieron
la rutina de siempre. Dejaron su equipaje en el hotel y fueron a la aventura.
Lo primero que hicieron fue ir al primer bar o restaurante que vieran pues se
morían de hambre. Se metieron en un restaurante llamado Karim's y allí pasaron
gran parte del día.
Dando un paseo, Magnus
y Alec pasaron por una tienda llamada 'Sanguni' a la que Magnus se moría de
ganas de entrar. Alec no quería entrar porque iba a estar parado y seguramente
le preguntaban asique se quedó esperando a Magnus en la puerta de la tienda.
Cuando salió de la
tienda Alec se llevó la mayor sorpresa del mundo. Magnus
envuelto en un sari. Sin duda esto iba a ser inolvidable.
-Mag..mag...
-¿Te gusta mi nuevo
modelito de hoy? -preguntó Magnus moviendo las caderas como si de un baile se
tratara.
-Yo.. eh... sin
palabras... -Alec no sabía que decirle, eso ya era demasiado.
Estos dos cruzaron y
echaron fotos en India Gate, conocido como la puerta de India. Esta puerta
homenajeaba a los soldados indios que no sobrevivieron en la Guerra Mundial,
explicaba Magnus a Alec.
-Si la hubiéramos
visitado por la noche hubiera sido mejor. -comentó Magnus.
-¿Por?
-La puerta por la noche
se ilumina y tiene un encanto especial.
Cuando Magnus y Alec
iban de camino a la Tumba del emperador Humayun, vieron en la calle a unas
jóvenes indias bailando descalzas con saris. Lo más sorprendente fue que Magnus
se unió a ellas.
Alec miraba pasmado
como bailaban, sobretodo la coordinación de posturas, poses, gestos de las
manos, y movimientos de piernas y pies. El tímido nefilim se preguntaba si
Magnus habría bailado alguna vez algún tipo de baile de la India o si
simplemente imitaba a las chicas. Las chicas le hacían gestos con la mano para
que fuera con ellos y se uniera al baile y ese momento fue cuando Alec
enrojeció violentamente hasta las orejas. Magnus dijo algo a las chicas y se
despidió de ellas.
-Bueno, sigamos con
nuestro recorrido. -dijo Magnus acercándose a él.
-Sí. Sigamos con
nuestro recorrido. -murmurró Alec, que seguía rojo.
-Ju.. Lightwoods...siempre
tenéis que tener la última palabra.-comentó con una sonrisa burlona Magnus.
Después de terminar de
visitar la Tumba del emperador Humayun junto con el resto de arquitecturas
funerarias y las mezquitas que habían perfectamente conservadas fueron al
hotel, pues Alec estaba cansado de andar tanto.
En recepción recogieron
las dos postales que le habían enviado y fueron a su habitación.
-Una es de Simon
-comentó Magnus que solo llegar ya se estaba quitando el sari.
-¿Es incómodo llevar
eso puesto? -preguntó Alec con curiosidad pues Magnus se lo quitó a toda prisa.
-No. Si lo dices por
cómo me lo he quitado es porque me estaba muriendo de calor envuelto en tanta
sábana... -Magnus dirigió la vista hacia las postales- Léelas en voz alta,
quiero saber que dice el vampiro diurno.
-¿Tú también lo llamas
así? Bueno da igual, empiezo.
Queridos Alec y Magnus:
Ya sé que no somos muy
amigos, pero Isabelle acaba de pasar por casa a dejar un esmoquin de terciopelo
naranja que ella dice que tendré que usar en la boda de ustedes dos.
¿Es verdad?, y si lo
es, ¿porqué naranja?
-Simon.
Magnus no paraba de
reírse a carcajadas lo cual hizo que Alec también se riera.
-¿Te imagnias a Simon
con el esmoquin naranja? -preguntó Magnus con las cejas levantadas.
-Lo primero es que no
me imagino nuestra boda. ¡Yo no quiero casarme! -dijo Alec casi gritando.
-Tranquilo. Es tu
hermana, no creo que te obligue a hacer una cosa que no quieras. -Magnus le
acarició el pelo, allí los dos sentados en la cama, y le quitó las postales de
sus manos. Ahora Magnus empezó a leer.
Queridos Alec y Magnus:
Ésta es la primera de
cinco postales. No os volváis locos ni nada, pero necesito que me envíen
150.000 $ para cubrir los gastos de:
1) Dos coronas de
diamantes.
2) Veinte pavos reales.
3) Trescientos
caramelos de chocolate con la forma de vuestras cabezas.
4) Mi vestido.
5) Quinientas libras de
purpurina.
6) Un caballo blanco.
(Más en otras postales)
-Isabelle.
-¿SE HA VUELTO LOCA O
QUÉ?! -gritó Alec. Este se tumbó en la cama y se puso más pálido de lo que es.
Respiraba más rápido de lo normal y se tapó la cara con sus manos. Magnus lo
interpretó como un ataque de ansiedad, asique se puso a escribir una nueva
postal.
Querida Isabelle:
Alec está a punto de
tener un ataque de ansiedad. Si no desistes inmediatamente de planear mi boda
con tu hermano, volveré a Manhattan y volaré el instituto. Convertiré a Iglesia
en una bestia gato que alborotará las calles de Manhattan pisando mundanos.
Y te haré gorda.
Con cariño, Magnus.
Magnus acarició el pelo
de Alec, para tranquilizarlo.
-Hey... Alec,
tranquilo, no creo que siga planeando la boda, le he dicho que si sigue
haciéndolo la convertiré en gorda. -dijo Magnus con una sonrisa- Alec, mírame.
Alec giró en redondo y
miro a Magnus. Magnus nunca se cansaría de observar esos ojos azules como el
mar. Estaban felices -pensó Magnus- a lo mejor ha dejado de pensar en la boda.
-Parará de organizarla.
Su físico es lo que más aprecia y te matará o lo intentará si haces eso. Ella
es la sexy Isabelle. Ya sabes. -dijo Alec.
Magnus le dió un beso en
la mejilla. Mantuvieron una larga conversación sobre lo que habían hecho hoy
hasta que se durmieron.
Al día siguiente
volvían a estar en la India. Visitaron el Lodi Gardens, el Fuerte Rojo, la
mezquita Jama Masjid, el Raj Ghat, el Birla House, el Lashkmi Narayan Mandir y
unos cuantos monumentos más.
Cuando llegaron al
hotel recibieron una postal de Isabelle. En ella ponía:
Queridos Alec y Magnus:
¿Cómo están? Todo va
bien por aquí. Gracias por la postal con la foto de Taj Mahal. Se ve bonito.
Veo que exageré un poco. Para recompensaros, voy a redecorar el loft de Magnus
gratis.
-Izzy.
Eh -gruñó Magnus- yo no
quiero que me redecore nada, escríbele que no toque mi loft.
Ahora el que si se rió
de verdad fue Alec. Ya estaba más tranquilo, pues sabía que Izzy no iba a hacer
nada.
-A lo mejor le vendría
bien un cambio de lo..
-Ni se te ocurra
proponerlo -le interrumpió Magnus- Está muy bien como está y punto. -Aunque
intentaba decir esto serio ver a Alec con esa sonrisa le sacó otra a él.-
¿Sabes? Deberías sonreír más a menudo, se te ve tan bien..
-Sonreiré para ti -Alec
mostró todos sus dientes con una sonrisa enorme, intentando abrir la boca todo
lo que pudiera para hacer la broma. Magnus y Alec estallaron y no pararon de
reírse. Eran unas divertidas vacaciones.
De vuelta a la cama,
por la noche a las tres de la madrugada hablaban sobre el próximo país donde
iban a ir.
De repente sonó en
móvil de Alec, que estaba en el baño, pues se le había olvidado allí.
-Oh dios... detesto ese
sonido a estas horas... cógelo YA.
-No tengo ganas de
moverme, ya colgará... -decía Alec que estaba medio dormido.
-ALEC. CÓGELO. YA. -a
Magnus de verdad le ponía de los nervios el sonido. Magnus chascó los dedos e
hizo aparecer el móvil a las manos de Alec.
-POR EL ÁNGEL, que
susto... -Alec se puso el móvil en el oído- ¿Diga?
-Por fin... -murmurró
Magnus que se tapó hasta la cabeza con las sabanas.
-¿Se puede saber porque
no cogías el teléfono?!!- gritó Isabelle, tan alto que Alec tuvo que alejarse
del auricular porque iba a dejarlo sordo.
-¿A quién se le ocurre
llamar a estas horas? ¡Eh, idiota!- contestó Alec.
Magnus echó las sabanas
atrás haciendo que se viera su rostro.
-No sé que prefiero
más. O el tono de los cojones que tiene el móvil o a mi novio gritando a su
hermana. -Y dicho eso Magnus cogió una de las almohadas y se tapó la cara e
oídos.
-¿Que ocurre Izzy?
-preguntó preocupado Alec ignorando el comentario de Magnus.
-Pásame a tu novio.
-dijo Izzy.
-Magnus quiere hablar
contigo -dijo Alec pasándole el teléfono.
-Trae. -Magnus cogió el
celular y se lo puso en la oreja- Isabelle. Encantadora y maravillosa Isabelle.
¿Podrías llamar más tarde? Ahora es un mal momento para mantener una
conversación contigo, la verdad.
-¿Porqué? ¿Qué hacíais
a estas horas? -preguntó pícaramente la hermana de Alec.
-Lo que a ti no te
interese. Y no pienses mal porque estábamos durmiendo. ¿Qué quieres de mí?
-La Clave te quiere.
Tenemos a una vampira en el santuario. Se llama Camille. Dice que solo hablará
con el gran brujo de Brooklyn. Y me han pedido que te de la información yo.
-Camille... -susurró
Magnus desconcertado.
-¿Quién es esa?
-preguntó Alec.
-Una vampira...
-contestó a Alec- Isabelle, cogeremos el primer vuelo de avión que vaya para
allá. Nos vemos.
-Vale. Por cierto, no
era mi intención estropear la luna de.. oops! Quiero decir.. vuestras
vacaciones...
-Tranquila, ya lo
sabemos. Adiós.
Alec y Magnus estaban
volviendo a Manhattan. Todo ese ambiente de humor que había habido en todas las
vacaciones se fue.
-¿Quién es Camille?
-preguntó irritado Alec.
-Camille.. puff.. hace
mucho tiempo que no la veo. Es.. es una vampira. «O mejor dicho una maestra de
la implicación y la manipulación» -pensaba.
-La odio, que lo sepas.
Por estropear nuestras vacaciones, quiero decir. -dijo serio Alec desde el
asiento del avión.
-¿Sabes que hoy tocaba
ir a España? Te quería enseñar los toros... -dijo Magnus desilusionado.
«Tengo que cambiar de tema. -pensaba- Alec está molesto por mi culpa, por anticipar
su vuelta todo porque una vampira quería verme».
-Me hubiera gustado
verte vestido de torero. -murmurraba Alec- O a lo mejor te atrevías a vestirte
con un vestido de flamenca, quien sabe contigo es todo posible. -Alec fue capaz
de sacarle una risa a Magnus.
-Hubiera bailado con el
vestido para ti. -dijo guiñándole un ojo.
Cuando llegaron a
Brooklyn, fueron a casa de Magnus para dejar sus maletas. Magnus tuvo una
pequeña conversación con Presidente Miau y le dejó más comida de la que solía
ponerle.
Alec y él fueron
andando al instituto. Alec estaba algo nervioso.
-Prométeme que no
ocurrirá nada entre nosotros, Alexander.
-¿Por qué iba a pasar
algo? Simplemente tienes que hablar con una vampira. -dijo Alec tranquilo.
-Si nos han llamado, es
por problemas. Y vamos hacia a ellos. Tu prométemelo.
-Te lo prometo, Magnus.
Yo.. yo te quiero. -Alec se enrojeció de nuevo.
-No puedo creer que te
avergüences de ti mismo -dijo riendo Magnus.
Magnus le acarició la
mejilla, cosa típica que hacía para tranquilizarlo. Lo cogió de la barbilla y
lo besó.
-Todo irá bien, Alec,
todo irá bien -murmuró Magnus y tras eso fueron andando hasta el instituto,
cogidos de la mano.